LAS LANZAS COLORADAS

Les había comentado que estaba leyendo el libro de Las Lanzas Coloradas del escritor venezolano Arturo Uslar-Pietri, bueno, pues ya estoy a punto de terminarlo, realmente una gran novela, que les recomiendo muy sinceramente.

Aquí les quiero dejar parte del primer capítulo para sembrarles la curiosidad e invitarlos a leerla:

Empieza con esta frase del General José Antonio Páez que refleja la crueldad de la guerra de independencia de Venezuela y en general la lucha de independencia de Bolívar:

"Destaqué al sargento Ramón Valero con ocho soldados..., conminando a todos ellos con la pena de ser pasados por las armas si no volvían a la formación con las lanzas teñidas en sangre enemiga... Volvían cubiertos de gloria y mostrando orgullosos las lanzas teñidas en la sangre de los enemigos de la patria."

Capítulo I:

"¡Noche oscura! Venía chorreando el agua, chorreando, chorreando, como si ordeñaran el cielo. La luz era de lechuza y la gente del mentado Matías venía enchumbada hasta el cogollo y temblando arriba de las bestias. Los caballos planeaban, ¡zuaj!, y se iban de boca por el pantanero. El frío puyaba la carne, y a cada rato se prendía un relámpago amarillo, como el pecho de un Cristofué ¡Y tambor y tambor y el agua que chorreaba! El mentado Matías era un indio grande, mal encarado, gordo, que andaba descalzo por los lados del Pao y tenía pacto con el Diablo, y por este pacto nadie se la podía ganar.

Mandinga le sujetaba la ... le sujetaba la lanza. ¡Pacto con Mandinga! La voz se hizo cavernosa y lenta, rebasó el corro de ocho negros en cuclillas que la oían y voló, llena de pavoroso poder, por el aire azul, bajo los árboles bañados de viento, sobre toda la colina. Mandinga: la voz rodeó al edificio ancho del repartimiento de esclavos, estremeció a las mujeres que lavaban ropa en la acequia, llegó en jirones a la casa de los amos, y dentro del pequeño edificio del mayordomo alcanzó a un hombre moreno y recio tendido en una hamaca. ¡Mandinga! Los ocho negros en cuclillas contenían la respiración. ¡Fea la noche! No se oía ni el canto de un pájaro; el cielo, negro como fondo de pozo, y Matías punteando callado. No marchaba sino de noche, como murciélago cebado. ¡Adelante, como toro madrinero y atrás los veinte indios!

¡Ah, malhaya del pobre que tropiece con Matías! Al pobre que encuentre lo mata, ¡ah malhaya! Montaba en un potro que hedía a azufre y echaba candela, y, por eso, desde lejos, la gente lo veía venir. Estaba la noche cerrada como pluma de zamuro. ¡Y ahora viene lo bueno!... La voz del narrador excitaba la curiosidad de los negros de una manera desesperante; se encendía como una luz absurda en la tarde llena de sol y alcanzaba al mayordomo tendido en la hamaca. Lo molestaba como una mosca persistente. Bronceado, atlético, se alzó y llegó a la puerta de la puerta de la habitación; el sol le labró la figura poderosa y el gesto resuelto. Vio el corro en cuclillas, allá junto a la pared, los torsos negros desnudos y la voz aguda. - Aaagua y relámpagos. Iba la tropa apretada con el frío y el miedo y Matías adelante. Cuando ven venir un puño de gentes; ¡ah, malhaya! Era poca la gente y venía con ellos un hombre chiquito y flaco con patillas y unos ojos duros. - -¡Espíritu Santo! -interrumpió uno-, ¿y cómo con tanta oscuridad pudieron ver tanto? - ¡Guá! ¿Y los relámpagos? - ¡Uhm! ¿Tú estabas ahí? - Yo no. Pero me lo contó uno que lo vio. Y, además, yo no le estoy cobrando a nadie por echar el cuento. ¡Bueno pues! Cuando Matías ve la gente pela por la lanza y se abre con el potro. Los otros se paran viendo lo que pasaba. ¡Y ahora es lo bueno! Y va Matías y le pega un grito al hombre chiquito: "Epa, amigo. ¿Usted quién es?" Y el chiquito le dice como sin querer: "¿Yo? Bolívar" Persignársele al Diablo no fuera nada; echarle agua a la candela no fuera nada, pero decirle a Matías: "¡Yo soy Bolívar!· Paró ese rabo y se fue como cotejo en mogote, ido de bola, con todo y pacto con Mandinga."

Bueno, espero lo hayan disfrutado y los anime a leer este buen libro,

Bye,

yoymimismo

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